Verano sano, otoño feliz

Qué extraño suena nombrar el otoño cuando la mayoría acabamos de empezar las vacaciones de verano ¿Verdad? Pero es por un buen motivo. Y es que en verano, aparte de desconectar, es un buen momento para empezar a aplicar cambios hacia una vida más saludable. Juega a nuestro favor que disponemos de más tiempo y de más horas de luz para establecer nuevas pautas y ayudar a fijar hábitos.

Sobrevivir al verano

Sí, sí. Sobrevivir.

El calor, no tener que levantarnos temprano, ni ir al trabajo, ni a las clases de inglés, ni a muchas otras obligaciones que nos mantienen ocupados el resto del año, permite que podamos relajarnos y dejarnos llevar. Quizá más de lo que nos gustaría.

Puede que sea cierto que en verano se coma menos. De hecho nuestro cuerpo, de manera instintiva huye de las recetas que tradicionalmente conocemos como platos de cuchara y opta por escoger menos guisos y beber más líquido. Aunque no por ello se come más sano.

Helados, refrescos azucaradísimos, sangrías y paellas llenan las terrazas de los restaurantes y chiringuitos de playa. Tortillas de patatas, ensaladas (que tienen de todo menos ensalada),  bocadillos de embutidos diversos y algún que otro gazpacho (muchos de "bote"), las neveras portátiles de nuestros días de picnic.

Ante tanta receta de verano las digestiones se pueden volver algo dificultosas. Aunque, afortunadamente disponemos de recursos si ese día ha sido especialmente "veraniego" culinariamente hablando.

Si sabemos que somos de los que la mayonesa de la ensaladilla rusa permanece durante horas en nuestro estómago o que esa paella que nos hemos metido entre pecho y espalda se queda ahí, entre pecho y espalda, conviene estar preparados. Una buena ayuda la tenemos con la cúrcuma, que contribuye a digerir mejor las grasas.

Para favorecer mejor la producción de jugos digestivos, podemos ayudarnos de plantas que cumplan con esta misión como el cardo, la genciana o la achicoria. Solas o mejor combinadas.

La falta de actividad (¡Ay, esas siestas interminables!) es otro de los factores que contribuyen de forma negativa sobre las digestiones. O, mejor dicho, sobre la fase final de las digestiones.

Es frecuente encontrarse con problemas para ir al baño. Si a esto se suma el cambio de rutinas y de hábitos alimentarios, cosas a las que nuestro cuerpo está tan acostumbrado, a la aversión que más de uno y más de una manifiesta con los baños públicos y la falta de intimidad que muchas veces acompaña según el tipo de vacaciones que escojamos, el tránsito intestinal queda literalmente frenado.

En nuestra maleta podemos incluir fibras y semillas que pueden ayudar a sobrellevar esta situación, así como a mejorarla.

Algo que a menudo acompaña la inactividad y la dificultad para ir al baño es la hinchazón. No está de más, en estos casos, finalizar las comidas con una infusión con efectos carminativos que ayudará a minimizar tan indeseada situación. Y, recuerda: No hace falta que te tomes la infusión caliente ¡Que es verano!

Sobrevivir al verano es también sobrevivir al sol. Recuerda proteger tu piel y no exponerte más de lo necesario. Es una inversión de futuro. Llegar descansado y con la sensación de haber "recargado pilas" al trabajo después de las vacaciones es positivo. ¡Por supuesto! Aunque a veces lo que se recarga no son tan solo las pilas. También las reservas energéticas corporales parecen haberlo hecho. Así que, se llega más descansado, sí, pero también más ancho. Atrás quedaron esos días de primavera donde queríamos llegar estupendísimos al verano y lucir tipito.

¿En serio? ¿De verdad vamos a echar por la borda el esfuerzo que hemos hecho en tan solo veintipocos días de vacaciones?

Las ensaladillas rusas (con su mayonesa, su atún, su huevo duro y su jamón) están bien, pero también lo está el gazpacho o las verduras asadas.

Los helados están bien, pero también lo está poder disfrutar de la fresca fruta de temporada.

Los refrescos están bien, pero también lo están las infusiones fresquitas ¡Que ricas, por favor!

Sabemos que la tentación es grande y la voluntad en ocasiones pequeña. Intenta escoger de forma consciente aquello que vas a comer y aplica la moderación. Y si necesitas de un poco de ayuda para calmar esas ganas de comer en exceso, pues nada, aquí está el glucomanano y las mil y una distracciones que nos ofrece el verano: paseos por la playa, excursiones por la montaña, deportes de aventura, visitas culturales (andando, claro) y aquella afición que hace tiempo quieres llevar a cabo.

Los cambios, mejor en verano

Relajarse no tiene por qué ser sinónimo de estar ocioso. Aunque descansar y desconectar es necesario tanto para nuestro cuerpo como para nuestra mente, para evitar que se nos pueda ir de las manos y ver pasar las horas y las vacaciones "apoltronados" desde la tumbona, levántate y empieza a hacer aquello que durante los 11 meses anteriores no te has visto con ánimos de realizar.

Los buenos propósitos deberían hacerse en verano, no el 31 de diciembre. El 31 de diciembre ¡Ja! ¿Quién tiene el temple, la energía y el coraje para empezar a ir al gimnasio, comer sano y dejar de fumar en plena vorágine de festines gastronómicos? Comprometerse a comer más sano el día 1 de enero a las 12 y 1 minuto con el estómago lleno de guiso, los carrillos de uvas, la copa de cava en una mano y turrón de Jijona en la otra… Estaréis de acuerdo conmigo.

Hacer cambios requiere tiempo, paciencia y constancia y las vacaciones de verano son el mejor momento para comenzar.

Quiero comer más sano

Basa tu dieta en alimentos vegetales. El verano es la mejor época para hacerlo.Ventaja por partida doble: en verano, ya lo hemos comentado, se tiene menos hambre. Además, el calor nos hace beber más líquidos, por lo que podemos aprovechar para potenciar los alimentos líquidos y las bebidas y reducir las comidas copiosas.

En esta época del año la naturaleza nos ofrece gran variedad de productos vegetales, especialmente frutas. De lo que podemos aprovecharnos a la hora de preparar nuestros menús diarios.

La naturaleza es muy sabia ¡Sí, señor!

A parte del omnipresente gazpacho, que aprovecho para decir que mejor si se prepara en casa, tenemos a nuestra disposición un enorme abanico de posibilidades veraniegas. Empezando por las ensaladas. Siempre y cuando la base de las mismas sean los vegetales (pasta fría con algo de lechuga, 4 aceitunas y mucho atún no es una ensalada).

¿Y qué me decís de las barbacoas? Ahí podemos poner las verduras que se nos antojen (¡la lechuga no, eh!).

Bueno, pues ya tenemos la base de nuestra dieta sana, mucha verdura. Rica en fibra, en agua, en vitaminas, minerales, antioxidantes y gran cantidad de fitonutrientes buenísimos para nuestro organismo.

Continuaremos con los carbohidratos.

Pasta (ensaladas, fideuás…), arroz (paella, ensaladas también…), patatas (otra vez ensaladas, asadas…)… Ojo con la manera de cocinar estos alimentos, con las cantidades y las frecuencias de consumo. Que sí, que la paella apetece, pero hombre, no en días alternos.

El verano es la época del pescado y del marisco (si eres de los que lo come, claro). Y según en que zonas estés de vacaciones existe una tradición de comer pescado que conviene aprovechar. Además, el pescado no necesita grandes florituras y normalmente se prepara de forma sencilla (a la plancha/brasa, al vapor, hervido…). Proteína de calidad y baja en calorías.

Y hablando de proteínas, no debemos olvidarnos de las legumbres. Estas maravillas de la naturaleza no solo forman parte de humeantes y calentitos pucheros en invierno. Frías, en verano están riquísimas. O los socorridos huevos. Un arsenal de nutrientes apto para todos los públicos (y no, no contribuyen a subir el colesterol. A ver si se nos mete ya de una vez en nuestra materia gris).

Y las reinas del verano, las frutas. Esas dulces, gustosas y acuosas criaturillas. Enteras, frescas y con piel (las que se puedan), siempre mejor. Pero tenemos otras maneras de prepararlas: zumos, batidos (alias smoothies), en helados. Sí, como lo lees, helados. ¿Cómo? Pues, puedes triturarla sola o con otras frutas, ponerlo en moldes y al congelador. O la puedes mezclar con yogur, leche o queso fresco y hacer una deliciosa merienda helada. También puedes combinar fruta triturada con fruta a trozos, ponerla en moldes y congelar. O hacer granizados... Internet está plagado de recetas para hacer helados bien sanos.

Además, al ser dulce, ya no hace falta añadirle azúcar. Aunque si eres de los que no puede prescindir de ello, opta por los edulcorantes sin calorías. Opciones tenemos.

Quiero hacer más ejercicio

Esta vez no valen las excusas. Que si no tengo tiempo, que si salgo muy tarde del trabajo, que si mi jornada laboral empieza muy temprano, que si estoy cansado, que si me duele una pestaña…

Si el ejercicio físico no está en tu rutina diaria, en verano es un buen momento para empezar. Los días son lo suficientemente largos para averiguar a qué hora te sientes más cómodo/a (evidentemente, si hace un calor, un bochorno y un sol de mil demonios, evita las horas centrales del día).

Pasear (a buen ritmo), correr, nadar, hacer rutas en bici, hacer excursiones, jugar a pádel, tenis, bádminton… o abonarse a un club deportivo de la población en la que estés veraneando ¿Quién dice que no puedas hacerlo?

Lo importante, empezar. Lo segundo más importante, establecer una rutina. Lo tercero más importante, que te guste (o lo primero, todo son prioridades).

Los pequeños cambios, para mejor, que puedas hacer durante tus vacaciones de verano sentarán las bases para llegar al otoño más sano, más feliz… ¡y más guap@!

Si es que el verano da para mucho. Incluso para cuidarse.

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