¿Qué es la psoriasis?
La psoriasis se define como una condición inflamatoria de la piel de carácter autoinmune y crónico. Es autoinmune porque en su aparición está implicado el sistema inmunitario, esencialmente los linfocitos T, que se activan y desencadenan respuestas de proliferación de los queratinocitos (células epiteliales) y de los vasos sanguíneos y dilatación de estos últimos.
Con la presencia de psoriasis el recambio celular de la epidermis se produce en unos pocos días, menos de una semana, cuando lo normal en un tejido sano esta etapa dura un mes.
La psoriasis afecta entre el 1 y el 2% de la población en todo el mundo y hasta la fecha no existe una solución definitiva.
Existen diferentes formas de psoriasis, siendo la más común la llamada psoriasis en placas y suele aparecer en codos, rodillas, zona sacra y cabeza.
Se caracteriza por la aparición de erupciones o placas rojizas que pueden ser localizadas (desde unos pocos milímetros) o generalizadas (hasta cubrir áreas más grandes).
Las otras formas pueden mostrarse con placas más grandes o pequeñas, más secas, más o menos descamativas, más rojas o incluso las menos frecuentes pustulosas y afectan también a otras partes del cuerpo como palmas y plantas, pliegues, cara, interior de la boca, genitales, uñas o por todo el cuerpo, como la psoriasis en gotas.
Incluso tenemos también la artritis psoriásica, una forma de psoriasis que afecta a las articulaciones, provocando inflamación y dolor.
¿Qué la causa?
En la aparición de la psoriasis hay predisposición genética y aunque no es considerada hereditaria, sí es más probable desarrollarla si se tienen antecedentes familiares.
Como se ha señalado, es autoinmune, por lo que se produce cuando los linfocitos T se activan de forma incorrecta.
Una psoriasis puede desencadenarse o empeorar a causa de un trauma (golpes o pequeñas lesiones en la piel), infección, también por cambios de temperaturas, por la ingesta de algunos fármacos o a causa de estrés emocional.
Se ha relacionado el consumo de tabaco como factor de riesgo en la aparición de psoriasis y su empeoramiento, así como la obesidad.
Tratamiento y prevención
En la actualidad no existe un remedio definitivo. Los tratamientos se centran en eliminar de forma temporal las afectaciones cutáneas, ayudando a mejorar la calidad de vida del individuo, que se ve muy condicionada ya no solo por las molestias, si no por como afecta en su entorno laboral, social y personal.
Teniendo en cuenta la gravedad de las lesiones, así como la situación individual (edad, estilo de vida, patologías…), se definirá el tratamiento a seguir.
Existen tratamientos tópicos, con la aplicación de jabones, lociones o cremas para calmar, suavizar y reducir la inflamación. Sobre todo, para casos de leves a moderados.
Para casos de mayor gravedad o con mayor área afectada, puede pautarse fototerapia (exposición a la radiación UVB). La exposición solar es aquí muy recomendada.
En última instancia están los tratamientos farmacológicos. O una combinación de todos o algunos de ellos. Todo dependerá de la respuesta obtenida.
Está claro que los hábitos ayudan, y mucho, a prevenir o minimizar los brotes.
Al ser la obesidad un factor de riesgo importante en la aparición y empeoramiento de la psoriasis es muy importante cuidar todos los factores que pueden llevarnos a esta situación. Y esto puede conseguirse a través de la alimentación y el ejercicio físico. Aunque, no solo para la psoriasis son clave. Salvo en casos especiales, alimentarse correctamente y realizar actividad física es recomendable para el 100% de la población.
Lo mismo sucede con el consumo de tabaco. No fumar es positivo en todos los ámbitos. No hace falta extenderse mucho.
La exposición solar ayuda a frenar la proliferación de los queratinocitos. Durante los meses de verano es normal que mejoren los síntomas. Y existen varios motivos: mayor exposición a la radiación solar, vacaciones que nos hacen bajar el nivel de estrés y, si visitas a la playa, el agua de mar contiene minerales que repercuten muy positivamente sobre la piel. Aunque no debemos olvidar que en verano es necesario protegerse con una buena crema.
La higiene y la hidratación de la piel es muy importante. Utilizar jabones suaves, adecuados a la situación, así como lociones humectantes que eviten que las placas se sequen aun más.
¿Existen opciones naturales?
Por supuesto. Y pueden ser de gran ayuda.
Retomando lo indicado en el último punto, la cosmética natural juega aquí un importante papel. Los aceites vegetales puros hidratan a la vez que nutren la piel. Aceite de jojoba, de almendras, de argán, de comino negro o de rosa mosqueta son fuentes de ácidos grasos insaturados, vitamina E y fitoquímicos antioxidantes.
Los aceites esenciales, en combinación con los aceites vegetales, son utilizados también para ayudar a reducir la inflamación, el picor y para ayudar a calmar. Entre ellos tenemos el aceite de lavanda, de geranio, de lemongrass u orégano.
El Aloe vera, como cicatrizante, antipruriginoso y antiinflamatorio ayuda también a aliviar los síntomas.
A nivel nutricional, la dieta es importante para controlar los brotes o que estos no provoquen tantas molestias.
Los ácidos grasos omega 3 son importantísimos por su gran poder antiinflamatorio, así como los minerales magnesio, selenio y zinc y la vitamina E.
En la misma línea por sus efectos antiinflamatorios nos encontramos con los ácidos boswélicos, presentes en la Boswella serrata, más conocido como árbol de incienso. Con la Boswellia serrata disminuye la severidad de la psoriasis y el enrojecimiento de la piel.