Hasta no hace mucho existía el convencimiento que nuestro intestino era un espacio totalmente estéril hasta el momento en el que nacíamos, colonizándose rápidamente, sobre todo mediante las primeras tomas de alimento.
Pero nuevas hipótesis han llevado a realizar más vías de estudio obteniéndose resultados al respecto. Parece ser que en la etapa fetal ya se producen las primeras colonizaciones por parte de microorganismos. Nuevos descubrimientos ponen de manifiesto que la placenta tiene su propio microbioma y que este es esencial para el correcto desarrollo del feto.
Como vemos, las bacterias colonizadoras ejercen un importante papel, no solo ayudando a finalizar la digestión de los alimentos, también como parte activa en el desarrollo del feto, como sistema de defensa frente a posibles patógenos intestinales, para fortalecer nuestro sistema inmune o como parte del eje microbiota-intestino-cerebro.Si no tuviéramos bacterias colonizando nuestro intestino estaríamos condenados a morir irremediablemente en muy poco tiempo.
Las bacterias intestinales, también llamada flora intestinal, deben estar bien cuidadas si queremos que se mantengan en perfectas condiciones y en pleno equilibrio.
La importancia del equilibrio bacteriano
En nuestro tubo digestivo habitan unos 100 billones de bacterias, que se dice pronto, de unas 400 especies diferentes, no llegando al medio centenar (entre 30 y 40) las que representan el 99% de todas ellas. Si consiguiéramos aislar todas estas bacterias y las pusiéramos en una báscula, rondarían los 400 g de peso (los números bailan entre los 200 y los 600 g). Estas diferentes especies colonizan diferentes secciones del tubo digestivo. Es decir, no hay el mismo número ni variedad de bacterias en todo el intestino. Por poner un ejemplo, intestino delgado y grueso poseen flora intestinal, pero el 95% de la misma se concentra en el colon.
Pese a que cada sección tiene una proporción diferente en número y variedad de microorganismos, estas poblaciones deben permanecer en equilibrio para no alterar la funcionalidad intestinal y la salud del huésped, en este caso, nosotros.
¿Qué altera la flora intestinal?
- Uso de antibióticos y otros medicamentos: sobre todo los primeros contribuyen a disminuir las colonias bacterianas.
- Hábitos alimentarios: también el sedentarismo y otros hábitos tóxicos como el consumo de tabaco o alcohol alteran el equilibrio intestinal.
- Infecciones intestinales (enteritis): causan diarrea mayormente y pueden ser de origen bacteriano o vírico.
- Alteraciones nerviosas: las emociones, el estrés… afectan en muchos ámbitos. El equilibrio intestinal también puede verse alterado.
- Edad: el adulto mayor presenta pérdida de bacterias intestinales, lo que afecta a la digestión.
Probióticos, prebióticos, simbióticos y posbióticos
Un desequilibrio en la flora intestinal recibe el nombre de disbiosis.Cogeremos como ejemplo un proceso infeccioso en el que nos han prescrito la toma de antibióticos. Puede ser que nuestro equilibrio interno se haya visto alterado después del tratamiento. Haciendo honor a su nombre, los antibióticos han hecho su trabajo actuando sobre microorganismos patógenos, pero también lo han hecho sobre otros que son nuestros aliados. Nuestra flora intestinal.
Es en este caso que puede ser necesario volver a poblar el tracto digestivo con estos "bichitos" que nos son tan beneficiosos. Y esto lo podemos hacer de diferentes formas.
Probióticos
Los probióticos son microorganismos vivos que colonizan nuestro intestino y aportan beneficios sobre la salud de quien los toma si se administran en cantidades adecuadas.
Podemos encontrar probióticos en fármacos, complementos alimenticios y, por supuesto, en alimentos.
Los yogures y otras leches fermentadas, el kéfir y el chucrut son ejemplos de alimentos probióticos.
Los Preparados comerciales con cultivos de cepas de bifidobacterias y lactobacilos, los más comunes, nos asegura un aporte de probióticos especifico, donde se han seleccionado el tipo y número de microorganismos que ingeriremos.
Un buen probiótico debe cumplir una serie de características para poder beneficiarnos de él.
El hándicap del probiótico es llegar en perfectas condiciones a su destino, el intestino y colon, superando barreras como los jugos gástricos y pancreáticos.
Por descontado, deben estar vivos en el momento en el que se consumen y mantenerse estables durante la vida útil del producto. Esto implica su correcta conservación para que lleguen en cantidades adecuadas.
Deben especificarse género y especie de la cepa, estar correctamente etiquetados y aportar beneficios al usuario.
Solo así nos aseguramos de que cumplirán con su misión de "repoblar" el intestino y recuperar el equilibrio.
Prebióticos
El término prebiótico es relativamente nuevo y fue acuñado por Glenn R. Gibson y Marcel B. Roberfroid tras un artículo publicado en 1995 que titularon Modulación Dietética de la Microbiota Colónica Humana: Introducción al Concepto de Prebióticos (documento en inglés).
En él definen los prebióticos como "ingredientes alimentarios no digeribles que afectan de manera beneficiosa al huésped estimulando selectivamente el crecimiento y/o la actividad de uno o de un número limitado de especies bacterianas que ya residen en el colon, y por lo tanto intentan mejorar la salud del huésped".
Por tanto, si el probiótico es el "bichito", el prebiótico será el alimento para este "bichito".
Estos ingredientes no digeribles son oligosacáridos, básicamente fructooligosacáridos (FOS), que benefician y estimulan el crecimiento de bifidobacterias y lactobacilos esencialmente.
¿Y dónde se encuentran los prebióticos?
Alimentos vegetales como el puerro, espárragos, alcachofa y cebollas. Tubérculos como las patatas y los boniatos. Frutas como las manzanas, plátanos. Cereales integrales (cebada, avena, trigo) y legumbres. Todos ellos portadores de fructooligosacaridos, inulinas, pectinas, beta-glucanos y otras fibras.
Los prebióticos se han definido también como alimentos funcionales, es decir, aquellos que aportan un beneficio extra sobre la salud más allá de su función nutricional.
Al igual que sucede con los probióticos, los prebióticos deben cumplir unas características si quieren ser nombrados como tal.
Es importante que sean resistentes a los jugos digestivos y que no sean absorbidos a nivel de intestino delgado. Llegado intacto al colon, los prebióticos tienen que poder ser digeridos o fermentados por las bacterias que en él habitan. Y, por supuesto, ser capaces de producir efectos fisiológicos beneficiosos.
Simbióticos
Los simbióticos engloban los dos conceptos antes mencionados. Es decir, se trata de alimentos o compuestos que contienen probióticos y prebióticos que favorezcan el efecto del primero.
En la naturaleza encontramos un alimento simbiótico en la leche materna. Un alimento que aporta microorganismos beneficiosos para el lactante y fructooligosacáridos, beneficiosos a su vez para los microorganismos.
En la industria alimentaria, el simbiótico por excelencia es el yogur, que combina también bifidobacterias y oligofructosa.
Los complementos alimentarios con probióticos añaden también componentes prebióticos para mejorar las capacidades del producto.
Posbióticos
Este término es quizá uno de los más desconocidos. Básicamente porque no es ningún elemento en sí. Es decir, no es un microorganismo ni ningún nutriente, compuesto o producto que podamos tomar, de momento...
Los posbióticos son sustancias sintetizadas por los probióticos, producto de su metabolismo, que se liberan y que tienen o tendrían efectos beneficiosos sobre la salud del huésped. Es decir, nosotros.
Aunque todavía es un concepto nuevo que está en estudio, no deja de ser interesante su mención y comprobar, una vez más, que somos un organismo que vive en simbiosis con otros y pequeños organismos vivos obteniendo un beneficio mutuo.
La microbiología es un mundo del cual, cada día que pasa conocemos un poquito más y en el que descubrimos cosas realmente sorprendentes.