Aclarando conceptos nutricionales
Oligoelemento, elemento traza, micromineral, mineral o micronutriente. Podemos ponerle el apelativo que queramos al yodo que estará bien dicho. Todo depende de lo que queramos "afinar" la definición.
Las tres primeras se refieren a lo mismo, minerales que se encuentran presentes en muy poca cantidad en el cuerpo. Nos referiremos a "minerales" cuando queramos hacerlo de los que tenemos en mayor cantidad y sus necesidades son también mayores. En este caso serían el potasio, el calcio, el cloro, el fósforo y el magnesio.
¿Es el yodo un mineral? Sí. Pero dentro de los minerales el yodo es un oligoelemento, micromineral o elemento traza.
En cuanto a la palabra micronutriente, esta engloba no solo los minerales, también las vitaminas. Por lo tanto, un micronutriente es más genérico.
¿El yodo es un micronutriente? Sí. Pero dentro de los micronutrientes, el yodo es un mineral y dentro de un mineral, es un oligoelemento, micromineral o elemento traza.
Después de toda esta explicación, si una cosa hay que tener clara de los oligoelementos es que aunque estén presentes en tan poca cantidad y sus necesidades sean menores (en algunos casos estaremos hablando de microgramos), su aporte debe mantenerse dentro de unos límites de seguridad. El déficit de cualquier elemento traza supone un verdadero problema de salud, al igual que el exceso.
El oligoelemento yodo. Muy poco pero muy importante
En un cuerpo sano se acumula alrededor de 15-20mg de yodo, siendo las necesidades de este oligoelemento no muy altas, 150 microgramos (0,00015g) al día para un adulto sano. Pero pese al escaso aporte que nuestro cuerpo necesita, el yodo es esencial para el correcto funcionamiento de la glándula tiroidea, donde se acumula sobre el 80% de todo el yodo corporal. La tiroides utiliza el yodo para la producción de las hormonas triyodotironina (T3) y tiroxina (T4).
El yodo influye directamente sobre la glándula tiroides y su función, influyendo a su vez sobre otras glándulas y hormonas: El hipotálamo, una región nuclear del cerebro, y su liberación de tirotropina (TRH) y la glándula pituitaria y su liberación de la hormona estimulante de la tiroides (TSH).
Las hormonas T3 y T4 presentes en cantidades adecuadas frenan la producción de TRH y TSH. La poca presencia de hormonas tiroideas circulantes estimula la producción de TRH y TSH, que a la vez son las encargadas de estimular la captura de yodo para la síntesis de T3 y T4.
Como vemos, una especie de circuito cerrado que conviene mantener en equilibrio con el aporte correcto de yodo.
Las hormonas tiroideas regulan procesos fisiológicos entre los que se incluyen el crecimiento y desarrollo, la función metabólica y la reproductiva.
La producción de energía, de calor, la frecuencia cardíaca, el estado de la piel, la fuerza muscular e incluso el peso corporal, los niveles de colesterol y la memoria se ven afectados también por las hormonas tiroideas.
Déficit de yodo
La Organización Mundial de la Salud (OMS), organización a la que nos hemos referido en diversas ocasiones en artículos anteriores, hace años que lucha para erradicar la deficiencia de yodo en la población, algo que está logrando poco a poco.
Según la OMS, sobre el 35% de la población mundial (datos del año 2004), consume cantidades insuficientes de yodo. Estos, casi 2000 millones de personas por aquel entonces, presentan riesgo de padecer trastornos relacionados con la carencia de yodo o ya los tienen. Y en el caso de mujeres embarazadas, el riesgo se traslada también al feto.
La OMS define la carencia de yodo como un problema de salud pública, especialmente para niños, mujeres embarazadas y lactantes.
Indefectiblemente, la peor consecuencia del déficit de yodo es el retraso mental. Una terrible situación que puede prevenirse con un correcto aporte de yodo. Aunque existe también una amplia gama de anormalidades asociadas a la carencia de yodo. Trastornos que se agrupan en lo que se ha denominado ya Trastornos por Déficit de Yodo, bajo las siglas TDY.
Bocio
Es la más característica, visible y llamativa consecuencia del déficit de yodo en el organismo.
Como se ha explicado en la primera parte del post, el yodo es necesario para la producción de hormonas tiroideas. Ante la correcta concentración de T3 y T4 en sangre se frena la liberación de TRH y TSH. Ante la baja concentración de T3 y T4 se estimula la secreción de las dos hormonas, lo que lleva, si la situación se mantiene en el tiempo, a la hipertrofia de la glándula tiroides dando como resultado lo que se conoce como bocio. El crecimiento de la glándula tiroides se produce por el intento de captar más yodo, algo que se consigue en alguna ocasión, ya que existen personas con bocio con la función tiroidea correcta.
Existe lo que se llama "bocio endémico", que se produce cuando más del 5% de niños de 6 a 12 años presentan bocio.
El bocio se da más en mujeres que en hombres y acostumbra a iniciarse ya desde la infancia, por una carencia crónica del oligoelemento, haciéndose más palpable durante la pubertad.
Cretinismo
Es sin duda la alteración más grave derivada del déficit de yodo. Durante la etapa fetal y los primeros meses de vida el aporte de yodo es crucial para el correcto desarrollo tanto físico como intelectual del individuo. Si la insuficiencia tiroidea se da en esta etapa de la vida las consecuencias son irreversibles.
Mantener un correcto aporte de yodo durante el embarazo, o incluso antes para evitar la carencia de yodo, reduce e incluso llega a eliminar los efectos que pueden derivarse de ello. La prevención es clave para evitar el cretinismo.
Hipotiroidismo
El resultado de una baja producción de hormona tiroidea conduce a una reducción de la tasa de metabolismo basal (TMB). Esta situación lleva a la aparición de hipotiroidismo.
Físicamente, el hipotiroidismo se manifiesta con cierto sobrepeso, la cara con apariencia de "luna llena" y piel seca y rugosa. Las personas afectadas de hipotiroidismo también suelen presentar cierto letargo o somnolencia, baja tolerancia al frío, alteraciones de los ciclos menstruales en la mujer, constipación (estreñimiento), nerviosismo, palpitaciones, debilidad muscular, ronquera, debilidad capilar, entre otros.
Los signos y síntomas pueden variar dependiendo de la gravedad y evolución del hipotiroidismo.
Con el tiempo, si el hipotiroidismo no se trata, puede llevar al agrandamiento de la glándula tiroidea (bocio).
Otras enfermedades pueden dar como resultado un hipotiroidismo. Hoy enumeramos aquí el derivado del déficit de yodo.
Las mujeres deben prestar especial atención a la ingesta de yodo. Especialmente si planifica quedarse embarazada, si ya lo está o si está dando el pecho.
La mujer gestante y la lactante tienen aumentadas la necesidades de este micromineral. Si en el adulto sano las necesidades están en 150mcg/día, en estas etapas de la vida las necesidades se incrementan hasta los 200mcg/día.
¿Un problema generalizado?
Al contrario de lo que se pueda pensar, en este caso pertenecer a un país industrializado no es garantía de tener un buen aporte de yodo. El problema no radica en la disponibilidad de alimentos si no en si estos alimentos contienen suficiente yodo para cubrir nuestras necesidades corporales. ¿Por qué? Pues, porque existen áreas donde ya sea por la composición de las tierras de cultivo, los hábitos alimentarios o la ingesta de alimentos bociogénicos, entre otros, llevan a una baja nutrición en yodo.
Esto sucede en áreas de montaña, mesetas o tierras alejadas del mar, donde el yodo ha sido filtrado y arrastrado hasta llegar al mar, lugar donde se acumula en su mayoría.
J.T. Dunn y F. Van der Haar elaboraron en 1990 la Guía práctica para la corrección de la deficiencia de yodo (Practical guide to the correction of iodine deficiency) donde mostraban un mapamundi con las áreas en las que predominaban la carencia de yodo.
Se conoce que la población de muchos países europeos presentan clásicamente déficit yodo, aunque hace ya años que en la mayoría de ellos han aplicado medidas de carácter obligatorio para asegurar el aporte de yodo a sus ciudadanos.
Así mismo, muchos otros países han empleado estrategias efectivas para hacer llegar al máximo de población posible el tan necesitado yodo.
La OMS informó en 2017 que desde 1993 a 2015, los países cuya población presentaba carencia de yodo se habían reducido de 110 a tan solo 25. Sin duda una buena noticia que anima a seguir trabajando para que el número siga reduciéndose.
Fuentes de yodo
Si nos ponemos a buscar por Internet alimentos ricos en yodo, veremos que las propuestas difieren de una web a otra básicamente en los alimentos vegetales.
Como hemos apuntado en este post, el contenido en yodo en los alimentos no marinos dependerá de la cantidad del mineral presente en las tierras de cultivo. Motivo por el cual en unas webs vemos unos vegetales y en otras, otros.
Pero como regla general, y partiendo de la base que una tierra tiene el yodo suficiente para que los vegetales que se cultivan lo tomen, tenemos unos cuantos representantes como portadores de yodo. Estos son las patatas, las alubias, los arándanos y las fresas.
Aunque, si de reyes del yodo se trata, tenemos que ir hasta el mar (o hasta la pescadería) para encontrarnos con alimentos que lo contengan en cantidades elevadas: Pescado, marisco y algas son los alimentos más ricos en yodo de forma natural.
Otras fuentes de yodo que en la actualidad son fáciles de encontrar es mediante la fortificación. La sal yodada es la principal representante y la forma más fácil de hacer llegar yodo a la población.
También podemos aportar yodo mediante los complementos alimenticios. Complejos multivitamínicos, así como algas con alto aporte de yodo son algunos de los que podemos encontrar en el mercado.