Polen de abeja. Gránulos cargados de nutrientes.

De los muchos productos que podemos obtener de las abejas, el polen ocupa un lugar destacado. Su agradable sabor, su color y, sobre todo, su riqueza nutricional proporciona al polen un valor bien merecido.

¿Qué es el polen?

De forma genérica, el polen se produce en las flores.

La palabra polen tiene su origen en el latín, pollen, cuyo significado (etimología) es “flor de la harina”.

El polen no son más que las células sexuales masculinas de las plantas con flor. El polen se libera de los estambres una vez está maduro y en las plantas alógamas es el viento y los insectos los encargados de transportarlo de una flor (masculina) a otra (femenina). El traslado del polen se conoce como polinización.

El polen de abeja

Diferenciaremos polen (el descrito antes) de polen de abejas, producto que se obtiene tras la recolección del polen por parte de las abejas melíferas.

Las abejas recogen el polen y lo van almacenando, con la ayuda de sustancias salivares, en una especie de sacos o cestas que tienen en las patas traseras. Estos “recipientes” reciben el nombre de corbículas.

Cada abeja obrera cargará con dos bolitas, una en cada pata posterior y una vez llega a la colmena, este polen será depositado en las celdas, al que se le añadirá miel, agua, propóleos, néctar y secreciones salivales de las propias abejas. Posteriormente la celda se sella para crear un ambiente anaerobio y se dejará fermentar durante unas semanas, tiempo necesario para que hongos, lactobacterias y levaduras ejerzan cambios en la composición bioquímica de los productos contenidos y se formen nuevas sustancias. Esta mezcla es lo que se conoce como pan de abeja y será el alimento, junto con la miel, de abejas y larvas, además de formar parte de los ingredientes necesarios para la elaboración de jalea real.

En la alimentación de las abejas, la miel será la fuente de carbohidratos y el pan de abeja su fuente proteica.

Por tanto, el polen que recolectan las abejas no será utilizado directamente como alimento si no que forma parte de la materia prima necesaria para producir alimentos que los habitantes de la colmena necesitan.

Somos nosotros los que consumimos el polen tal y como lo recogen las abejas y antes que este pase a ser utilizado para la elaboración del pan de abeja.

Para ello es necesario dificultar la entrada de la abeja en la colmena. Colocando una rejilla, llamada cazapolen, la abeja debe “contorsionarse” si quiere entrar, lo que provoca que los pequeños gránulos de polen se desprendan de sus patas y caigan en un recipiente.

Dado que el polen forma parte de la base de la alimentación de la colmena, se tendrá cuidado de no explotar en demasía el trabajo de las abejas y que la colonia se debilite. Es más, se ha observado que las abejas disminuyen el tamaño de las bolitas que transportan en sus corbículas para que estas puedan entrar por los pequeños orificios del cazapolen.

La recogida del polen por parte del apicultor debe hacerse con frecuencia, ya que se trata de un producto perecedero debido a su alto grado de humedad.

Una vez recogido, el procesado debe hacerse con cierta rapidez.

Para poder obtener el producto deseado, es necesario reducir el grado de humedad hasta el 8%, porcentaje que limita y retrasa su deterioro, algo que se consigue desecándolo.

Dado que estamos ante un producto con una importante presencia de proteínas y vitaminas y estas se degradan a partir de los 50-60oC, la desecación debe hacerse a baja temperatura.

Tradicionalmente la desecación se hacía exponiendo los granos de polen al sol durante varios días. Los inconvenientes de este método eran varios: pérdidas nutricionales debidos a la exposición a los rayos solares, riesgo de contaminación, dificultad de alcanzar la temperatura deseada y suficiente, dependencia a las condiciones meteorológicas y exceso de manipulación.

El método actual, donde se controla el tiempo, la temperatura y el grado de humedad al que se exponen los granos antes tenerlos listos para su comercialización, permite obtener un producto más seguro.

El polen fresco que no va directamente al proceso de secado debe almacenarse congelado.

Composición del polen

Los granos de polen presentan diferentes colores. Aunque en conjunto se aprecie el característico color amarillo, si miramos con más detalle podemos ver que hay granos de color crema, diferentes tonos de amarillo, anaranjados, verdosos, marrones e incluso podemos encontrar granos de color morado y grises. El color vendrá determinado por el origen de la flor. Existe incluso una tabla donde se muestran los diferentes colores del polen de abeja. 

Fresco, el polen es entre el 12 y el 20% agua, puede llegar a tener hasta el 50% de proteínas, aunque de media no supera el 30%. También es rico en hidratos (glucosa y fructosa) y una pequeña parte la componen los lípidos.

Se han realizado análisis químicos de los diferentes colores de polen y se ha podido determinar que los pólenes amarillos y anaranjados son los más ricos en proteínas.

Aunque no destaca por poseer un alto aporte en grasas, cualitativamente las grasas que contiene son básicamente ácidos grasos insaturados. Cuantitativamente, el polen recolectado contiene menos grasas que el presente antes de la recolección.

Las vitaminas que podemos encontrar en el polen son la provitamina A, complejo B (excepto B12), vitamina C, D y E. Todo, en poco menos de un 1% de su peso total.

Minerales y oligoelementos suponen algo más del 1,5% del contenido mineral del polen.

En la misma proporción están presentes metabolitos secundarios importantes como los flavonoides (querceinta, isorhamnetina y kaempferol), ácido fenólicos como ácido clorogénico y triterpenos como el ácido oleanólico. Fitoquímicos que completan el cuadro bioquímico del polen.  

Propiedades del polen

  • Es un buen reconstituyente, que puede ser de ayuda en situaciones de especial desgaste. Los deportistas y personas que se encuentran convalecientes son algunos de los colectivos que pueden beneficiarse del consumo regular de polen.
  • Con su 11% en forma de fibra, también es de apoyo para regular el tránsito intestinal. A la vez que sus propiedades antibacterianas protegen nuestro sistema digestivo general.
  • Los fitoquímicos presentes ayudan a proteger nuestra salud por su propiedades antioxidantes.
  • El estado anímico se ve favorecido con la aportación de polen a nuestro organismo. Estrés, ansiedad, apatía, irritabilidad y estados melancólicos pueden verse frenados gracias al efecto que ejerce el polen sobre el equilibrio nervioso.
  • Flavonoides, provitamina A, zinc y vitamina C protegen nuestra visión de forma significativa.
  • La piel también se ve favorecida con la ingesta de polen. No solo a nivel externo, donde podemos encontrar muchos cosméticos entre cuyos ingredientes se encuentra el polen, si no que el polen es también un buen nutricosmético.

Como hay que tomarlo

Se puede consumir solo. Pero debemos deciros que está muy rico mezclado con los alimentos. Puedes añadirlo al yogur, a las infusiones, a tus batidos, a los zumos de fruta e incluso a las ensaladas. Su agradable y dulzón aroma y sabor lo hace muy versátil. Eso sí, no lo cocines, ya que las altas temperaturas degradan su calidad nutricional.

En cuanto a la cantidad, pues hasta unos 5 gramos al día está bien.

Se puede comenzar con dosis pequeñas e ir aumentando poco a poco. Una ingesta de al menos 6-8 semanas seguidas es necesaria para empezar a evaluar sus efectos.

En cuanto al momento del día, al ser reconstituyente, lo mejor sería al iniciar la jornada.

Las personas alérgicas, por supuesto, deben abstenerse del consumo de polen.

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