Calambres musculares. ¿Por qué se crean? ¿Cómo se solucionan?

¿Quién no ha sufrido alguna vez un calambre? Esa sensación desagradable, en ocasiones dolorosa que puede incluso despertarnos a media noche. Y, cuando desaparece, deja un rastro de molestias que hace que nos acordemos de él y temamos su reaparición.

Qué son

Se trata de espasmos o contracciones que aparecen súbitamente de forma involuntaria afectando a un músculo o grupo muscular que no se relaja, se endurece y causa un dolor que puede llegar a ser intenso e incapacitante. Dura de unos segundos a varios minutos y, si el espasmo ha sido de cierta intensidad, la sensibilidad y molestias de la zona afectada puede durar hasta varias horas tras la recuperación.

Suele afectar a extremidades inferiores, piernas (pantorrillas), muslos (parte delantera – cuádriceps – y parte trasera – isquiotibiales) y pies. Aunque los brazos, manos, espalda y zona abdominal son también susceptibles de la aparición de calambres.

Los calambres también pueden aparecer en los brazos. Por ejemplo, los deportistas de remo sufren de espasmos en las extremidades superiores.

Cuando se sufre un calambre parece que todo se detiene. Nos paralizamos. Algo normal por otro lado, ya que cuando esto sucede, debido al espasmo, nuestra extremidad "deja de funcionar". Solo nos queda parar lo que estábamos haciendo, masajear y estirar el músculo o grupo muscular afectado hasta que todo vuelva a su lugar y a la normalidad.

Por qué se producen

Los calambres están muy relacionados con la práctica deportiva. Más de uno recordará al tenista Rafa Nadal sufriendo un doloroso calambre en plena rueda de prensa tras el partido del Abierto de Estados Unidos en el año 2011. Es habitual, tras una actividad física intensa o vigorosa sufrir calambres debido a la fatiga muscular.

Aunque hay que señalar que personas menos versadas en deporte son también susceptibles de sufrir calambres musculares. En la misma categoría (fatiga muscular) se encontrarían los calambres que se producen al realizar actividades de repetición: escribir a mano o a máquina y, algo más moderno, escribir con el móvil. También por practicar con algún instrumento musical o trabajos manuales de precisión y repetición.

Otros no asociados con el movimiento son los calambres de reposo o calambre ordinario. Es en estos casos más habitual sufrir calambres por la noche, durante el descanso nocturno. O sufrirlos tras permanecer estáticos, durante mucho rato en una misma posición.

Existen otros tipos de calambre menos frecuentes como los por ejemplo los sufridos tras una sesión de hemodiálisis, por causa del consumo de ciertas drogas o fármacos, por consumo de alcohol o por patologías de las neuronas motoras, entre otros.

La creencia popular, grabada en nuestra memoria colectiva por años de repetición, es que los calambres aparecen (al menos los más habituales) por un desequilibrio electrolítico. Es decir, por la falta o pérdida de electrolitos (calcio, cloruro, magnesio, fósforo, potasio, sodio) que provocan la contracción muscular involuntaria.

Esta idea surgió de estudios que se hicieron durante la primera mitad del siglo XX, en los que descubrieron que los trabajadores de una empresa de construcción perdían gran cantidad de sal a través del sudor y que los que sufrían menos calambres eran los que tomaban agua salada.

Tiempo después, una conocida marca de bebidas isotónicas acabó de implantar la relación calambres-deshidratación en nuestro subconsciente, comercializó su bebida rica en sales y azúcar para tomar durante los eventos deportivos, y es con lo que nos hemos quedado a lo largo de estos últimos años.

Aunque hay que decir que no solo la hidratación es la única causa de la aparición de calambres musculares. Es más, la deshidratación no ha sido causa de la aparición de calambres en muchos casos. Otros factores también parecen ser determinantes a la hora de sufrir tan dolorosa situación. Una primera prueba de ello es la descripción de los diferentes tipos de calambres existentes que hemos hecho unas líneas más arriba.

Como se ha señalado, la fatiga muscular es una de las causas más frecuentes de calambres en deportistas.

Otra vía por la que también se empieza a trabajar es que los calambres tengan un origen neural. Una sobreexcitación de las motoneuronas que evitarían que las señales inhibidoras tuvieran lugar. Es decir, que el sistema nervioso central no enviara la orden de relajación muscular, lo que daría lugar a los espasmos.

La pérdida de magnesio, o la menor concentración de magnesio también influye en la aparición de calambres musculares ya que este mineral está asociado con la relajación muscular.

Qué hacer ante un calambre

Cuando aparece un calambre muscular, lo mejor es proceder como hemos hecho hasta ahora: detener lo que estemos haciendo (si hacemos deporte es evidente que hay que parar). Masajear la zona afectada suavemente. Si podemos aplicar un poco de calor inicial, podemos hacerlo. Cuando hablamos de "un poco de calor" nos referimos a temperatura no muy alta. En ocasiones, con el calor generado por la misma fricción en la piel es suficiente.

Realizar estiramientos. La musculatura está contraída, tensa y dura. Conviene ayudarla estirando el grupo muscular o músculo afectado por el calambre.

Prevención de calambres

Una de las mayores desventajas en la prevención de calambres es desconocer la causa que los origina. Existen varios frenes abiertos, como hemos señalado anteriormente. Además, en lo referente a los calambres de reposo, aquellos que aparecen en las piernas por la noche y que nos despiertan de forma súbita, la etiología es desconocida, por lo que la prevención se hace aun más difícil.

De entrada, se señala que el primer paso es mantenerse correctamente hidratado. Aunque en los últimos años el factor hidratación se a descartado como causa de la aparición de calambres, está claro el papel electrolítico en la función muscular, cosa que invita a no olvidar la importancia de mantener el agua corporal y evitar la pérdida excesiva de minerales.

Si haces deporte, sobre todo en verano y con humedad, incluso si has pasado algún episodio de gastroenteritis, una bebida isotónica contribuirá a recuperar sales minerales.

El magnesio ha demostrado tener efectos positivos. Principalmente sobre los calambres nocturnos. Una condición que aumenta con la edad.

Muchas personas han notado mejoras y han visto como menguaba la periodicidad de espasmos nocturnos consiguiendo descansar mejor.

Un método tradicional y efectivo se descubrió hace unos años y no era otro que tomar el zumo de los pepinillos o mostaza. La teoría con la que trabaja es que el origen del calambre es nervioso no muscular. Dichos alimentos contienen moléculas que activan canales iónicos con los que se obtiene la misma respuesta nerviosa que la que se produciría cuando el cuerpo entra en contacto con el calor. Esto resultaría en una inhibición de la salida motora muscular reduciéndose los espasmos musculares.

Sea cual sea el motivo, y si existen varios factores que influyen en ello, lo que está claro es que debemos mantener una dieta equilibrada, consumir suficientes frutas y verduras y beber agua para mantener el equilibrio de sales y vitaminas implicados en la contracción muscular.

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